sábado, 14 de noviembre de 2009

PSIP. El cerebro, la cosa más complicada del mun

(Algunas ideas sobre el cerebro y el problema mente-cerebro, comentadas en clase, a partir del libro Quién somos y cuántos somos? De R.D. Precht)
(Sobre todo útil para criticar el reduccionismo, con algunos argumentos añadidos a los del libro)

El cerebro la cosa más complicada del mundo y a medida que descubrimos más cosas sobre el cerebro, más complicado nos parece: Cien mil millones células nerviosas que forman medio trillón de conexiones: casi el mismo número del total de hojas de la selva amazónica.
Las células nerviosas son totalmente distintas de las células corporales normales, de formas extrañas e irregulares, provistas de múltiples y finas prolongaciones. El científico español Ramón y Cajal, el primero en aportar información fundamental sobre el cerebro sin apenas medios técnicos, descubrió algo parecido al alfabeto de las neuronas, pero el circuito neuronal, la gramática funcionando del cerebro, es decir el idioma que hablan sus neuronas sólo lo llegó a imaginar, no a explicar: corrientes que avanzan en una sola dirección, por el cerebro y la médula, información que avanza en un sentido no puede dar marcha atrás. Los impulsos nerviosos saltando de una sinapsis a otras gracias a un neurotransmisor. Después de su muerte, en 1934, durante tres décadas, algunos científicos investigaron los mecanismos básicos de la transmisión electroquímica en el cerebro, mientras otros se dedicaron a interpretar con más precisión las regiones cerebrales.

De las hipótesis para explicar e identificar las distintas partes del cerebro, la de Paul MacLean ha sido muy influyente por su sencillez, aunque hoy no se considera válida: 3 cerebros bastante independientes entre sí (el cerebro reptil o diencéfalo, el cerebro emocional-sistema límbico, y el cerebro superior o neocórtex) resultado de procesos evolutivos diferentes. Pero hoy se ha demostrado que las conexiones entre tronco cerebral, diencéfalo, cerebelo y cerebro son muy estrechas, no están dispuestos uno encima de los otros, hay intensas y diversas relaciones que explican el funcionamiento de nuestros instintos, sensaciones, voluntad y pensamiento. Las extirpaciones no eliminan capacidades concretas sino que varias capacidades resultan dañadas. Y no es cierto que diferentes regiones del cerebro se encargan totalmente de capacidades muy concretas (contar, pensar, hablar, recordar), pero eso no significa que todas sean responsables de todas las funciones. Podemos establecer esta sencilla clasificación de regiones según las funciones que desempeñaban.
Tronco encefálico: Comunica cerebro anterior, médula y nervios periféricos, permite que las impresiones de los sentidos lleguen al cerebro. Controla regulación ritmo cardíaco, respiración, metabolismo, reflejos, pestañeo y deglución, tos.
Diencéfalo. Intermediario y supervisor emocional, percibe impresiones de los sentidos y las transmite al cerebro. Controla sueño y vigilia, sensaciones de dolor, regulación temperatura corporal, impulsos, conducto sexual.
Cerebelo. Capacidad motriz y aprendizaje motor. (Algunos animales lo tienen más evolucionado que el hombre, el pez), también en el hombre ciertas funciones cognoscitivas, procesamiento lenguaje, comportamiento social y la memoria, a nivel inconsciente todo ello.
Cerebro. Cortex asociativo grandes capacidad intelectuales.

El rendimiento de nuestro cerebro depende de lo que experimentamos. Nuestra atención determina nuestras sensaciones y pensamientos, y nuestras sensaciones y pensamientos determinan nuestra atención. Sólo podemos dirigir nuestra atención a una sola cosa, aun cuando cambiados rapidamente el objeto de nuestra atención en instantes sucesivos. El alcance de nuestra atención está limitado no sólo por nuestras posibilidades biológicas de percepción, sino también por nuestra capacidad. Solo usamos una pequeña fracción células nerviosas de su cerebro, pero es muy difícil ampliar esta parte activa, de modo que cada actividad se extiende a costa de otra. Lo que limita nuestra capacidad aprendizaje son los márgenes de nuestra atención, y no la suma de nuestras neuronas.

Los neurólogos piensan que pueden dejar sin trabajo a filósofos y psicólogos. Pero entre las proteínas y el sentido hay un gran abismo. Aunque se desentrañen los enigmas de los centros y funciones del cerebro, no se habrá resuelto el enigma del sentido y la razon, el mecanismo que genera nuestra inteligencia.

El mayor enigma son los ingredientes personales de nuestra conciencia, nuestras experiencias subjetivas. Nuestro gran secreto sigue siendo el de por qué sentimos una determinada cosa de un modo determinado. Las sensaciones y pasiones personales no pueden explicarse en virtud de procesos neuroquímicos de índole general. Ni los instrumentos medidores ni las conversaciones con un psicólogo pueden acceder ni hacer visible ese mundo vivencial. Las vivencias subjetivas son inaccesibles, incluso para la investigación del cerebro. Si toco una pieza de música el escáner puede mostrar aporte sanguíneo en determinados centros emocionales, pero no explica ni qué es lo que siento ni porqué siento eso.

Renunciar a la filosofía no es fácil a la hora de dilucidar nuestros conocimiento y nuestra autoconciencia: en ella el cerebro humano intenta averiguar algo sobre el cerebro humano, un sistema intenta comprenderse a sí mismo, el cerebro es a la vez sujeto y el objeto de investigación. Es decir, lo mismo que hacen los filósofos: entender con el pensamiento el propio pensamiento, profundizar en sí mismo por medio del pensamiento y observarse pensando ha sido una tarea dominante en la investigación de la mente humana. Este fue un tipo de filosofía que en Descartes encontró su expresión más precisa.

Descartes situó el Yo en el centro filosofía. Ya no trata de descubrir cómo era el mundo en sí, sino otra vía cómo se representaba el mundo su/el pensamiento. Lo que sabemos sobre el mundo no lo conocemos por medio de una visión objetiva, de una perspectiva objetiva a vista de pájaro, sino a través de nuestro pensamiento. Sé quién soy por mi pensamiento. Aunque no dudó del lenguaje que usaba, del engaño de la propia gramática, eso es algo que harían a partir del siglo XX los filósofos. Tampoco distinguió entre entedimiento y razón, todo cuanto se ajusta al entendimiento es racional. Preguntó por el pensamiento pero no por el ser, lo que tuvo su contrapartida en la debilidad de su concepción del cuerpo humano, que no era más que una máquina, hoy seria pionero del bando de la IA o investigaría el cerebro.
Hoy a Descartes se le reprocharía que mente y cerebro no se pueden separar, el cuerpo de la conciencia. El cerebro no es como el hardware de un ordenador y la inteligencia como software: ambas cosas están interconectadas de forma compleja. Descartes pareció sugerir que el pensamiento se produce con total independencia del cuerpo, que intelecto espiritual y cuerpo biológico estaban separados, como una fantasma dentro de una máquina. Pero en el cerebro no existe ningún lugar separado e independiente de la realidad que llamamos espíritu o mente. Los sentimientos y actividades intelectuales no pueden separarse de la constitución y forma de trabajar del organismo biológico.
Pero, por otro lado, tampoco cabe limitarse a marcar con una cruz una region del cerebro y decir esto es el espíritu humano. La conciencia es la interacción del cuerpo y sus experiencias con el medio, para entender nuestra mente no hay que fijarla solo en nuestro cerebro, sino considerar que está constituida por todo nuestro organismo interactuando con nuestro mundo externo. Sé quién soy yo porque mis sentidos transmiten señales al cerebro, que forman circuitos complejos, que originan el conocimiento sobre mi propio pensar y la idea de mi existencia. Y mientras funciona mi cerebro y describo cómo mis sentidos y células nerviosas me devuelven una imagen de mi mismo, al mismo tiempo estoy pensando estas ideas. Todas estas cosas por muy reales que sean no dejan de ser pensamientos e ideas que se encuentran en mi cabeza. No es que el pensamiento constituya mi ser, que sólo depende del pensamiento. Pero sólo mi pensamiento puede darme una idea de mi ser.

Puede decirse que han sido 2 formas de acceder a mi ser:
— empezar por mi pensamiento y preguntar de dónde proceden mis certezas, autoobservación, reflexión, que examina todas las afirmaciones remitiéndolas a su origen reflexivo. La Filosofía a partir de Descartes.
— examina al ser humano como si fuera una realidad ajena al observador y sus percepciones y pensamientos personales: las Ciencias modernas, son menos reflexivas, aunque da resultados, lo que llevaría a pensar que las neurobiología ocupara el lugar de la filosofía.

Es cierto que si queremos saber quién somos hay que comprender el cerebro, en una investigación científica sobria y desengañada, en lugar de especulaciones sobre sentimientos, pensamientos… pero eso tampoco llevará a la verdad absoluta. Porque todas las ciencias son productos de la mente humana, que a la vez es el objeto que la ciencia quiere indagar, pero la facultad cognoscitiva está en relación dependencia directa respecto a las exigencias de la adaptación en el curso de la evolución humana. Nuestro cerebro es el producto de la competencia evolutiva, no ha tenido como objetivo el conocimiento objetivo del mundo, sobrevivir.
Nuestro cerebro no está constituido para ello. La conciencia humana no se ha formada con el criterio de una objetividad absoluta, solo podemos conocer aquello que le permite su aparato cognoscitivo, que se ha formado por necesidades absolutas. Los conocimientos de las ciencias naturales están sometidos a las condiciones cognoscitivas características del ser humano.
Los filosofos pueden seguir el procedimiento legítimo de comenzar sus pensamientos por el yo pensante que descifra el mundo trozo a trozo, aunque no deberían pensar con independencia y sin la ayuda del cerebro. El cerebro piensa y genera mi yo, que a su vez piensa al cerebro.

El problema del yo.
El yo o alma no son objetos empíricos: para percibir, sensaciones, conceptos y sentimientos no se precisa ningún yo. El yo, según dijo Hume, no es una realidad, es otra idea, no es una sede, un lugar. Otro filósofo posterior, Mach, dijo que yo es insalvable, como si las sensaciones fueran pasear ellas solas por el mundo.
Entonces lo que una persona cree que es (un yo) solo un engaño del cerebro? Puede decirse que damos por supuesto que existe un yo que se sitúa en el mundo. ¿Será el yo el propio el cerebro donde se procesan todos nuestros actos intelectuales, el bastión que perdura en medio del flujo incesante de la vida?
Pero dónde? No aparece ningún módulo cerebral que sea ese yo. No hay acuerdo sobre lo que es el yo, no es un hecho indudable, no se ve ni se mide, en todo caso podría decirse que es algo derivable. Estamos acostumbrados a hablar con nosotros mismos, a tener soliloquios. Y eso es difícil de explicar. El filósofo W. James distingue sí mismo (central de nuestra voluntad y juicios, Me, que juzga) y yo (I, que actúa). La autoestima es la que nota que le pone el Me al I (autoconcepto) La gente tiene soliloquios así. Es difícil de explicar y demostrar.
Para los neurocientíficos es una ilusión, no hay región, área que controle o engendre el yo. El yo sería un complejo mecanismo electroquímico. No existe ese centro, y así en cierta forma, mejor, porque no se le puede extirpar ni fraccionar. No hay centro del yo. Sobre el yo no se habla, el yo se siente. En el cerebro no se puede localizar, en una mapa del cerebro, no es un componente básico del cerebro.
Entonces esa sensación del yo, fluctuante, nos engaña?. Es todo el cerebro, el concierto de todas las células nerviosas que hacen una melodía, indudable psíquicamente, aunque no demostrable biológicamente. No se puede comprender el yo sin la anatomía cerebral pero no es esa.

El neurólogo Oliver Sacks estudiando a personas dañadas ha visto que hay muchos yoes. Muchos estados del yo distintos: el yo-cuerpo (se cuida de que sepa que el cuerpo con el que vivo es mi cuerpo), el yo-localización (me dice donde estoy ahora), el yo-perspectivista (me hace saber que soy el centro del mundo que percibo), el yo como sujeto vivencial (me dice que mis impresiones sensoriales son mías), el yo autoría y control (me dice que soy responsable de mis pensamientos y actos), el yo autobiografico (se encarga que no me salga de mi propia película, que me perciba uno y el mismo a lo largo de mi vida), el yo autorreflexivo (que reflexiona sobre mi mismo e interpreta dialogos entre el I y el me), el yo moral (mi conciencia sobre bien y mal). Estos estados pueden sufrir transtornos y fallos de funcionamento, a partir de regiones del cerebro que funcionan anormalmente.
Pero finalmente todos los yoes que parecen separados, como los ingredientes de un menú, constituyen unico plato, inextricable. Son constructos que no se pueden separar con precisión. Una suma que produce un estado global, un flujo de sensaciones del yo, que es un único Yo.

Puede concluirse que eliminar el yo no funciona. No se ha refutado la idea de que hay un supervisor llamado yo que da coherencia al espíritu del hombre, quizás puede descomponerse en varios yoes, pero es una realidad sentida que las ciencias naturales no pueden liquidar sin más. No basta la constatación de que nos sentimos como un yo para establecer la existencia del yo. Es cierto que no es una realidad claramente delitimada, pero nuestras sensaciones no salen solas a pasear. Hay un yo siempre vigilando, observando en nuestro interior, no es un núcleo o yo auténtico en el interior que pueda aprehenderse. Es un yo ondulante, con muchas capas y perspectivas. La investigación del cerebro no muestra que no existas un yo, confirma que el yo que sentimos es fenómeno complejo, una realidad fascinante, que todavía la neurociencia no ha explorado.

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